Un
proceso de cicatrización normal debe superar tres etapas: inflamación,
proliferación y remodelación. Cualquier modificación en alguno de estos pasos
ocasionará la desorganización del tejido, pudiendo generar una reparación
anómala. Esta podría manifestarse como cicatriz hipertrófica o queloide. Ambas
afecciones pueden mejorar con corrección quirúrgica o distintos tratamientos
locales.
La cicatrización normal
involucra una secuencia de eventos complejos que se clasifican en tres etapas:
inflamación, proliferación y remodelación. Este mecanismo depende de la
regulación del depósito de fibrina, la actividad de los fibroblastos, la
angiogénesis y la producción de colágeno y fibronectina por el tejido
cicatrizal. Para evitar alteraciones de la cicatrización, es necesario un
balance entre la biosíntesis del tejido neoformado y la degradación del mismo
en el sitio de la injuria. Una modificación en alguno de los pasos de este
proceso ocasiona la desorganización del tejido y la posibilidad de generar una
reparación anómala, la que puede manifestarse como cicatriz hipertrófica,
atrófica o queloide.
Estas alteraciones en la
reparación de heridas ocasionan problemas físicos, funcionales, cosméticos,
psicosociales y son motivo de consulta tanto al dermatólogo como al cirujano
plástico. Hasta el momento no se dispone de una terapéutica universalmente
eficaz para el tratamiento de la cicatrización anómala.
El proceso de cicatrización es
la forma en que el cuerpo sana y reemplaza la piel perdida o dañada. Una
cicatriz está compuesta normalmente de tejido fibroso. Las cicatrices pueden
formarse por muchas razones diferentes: pueden ser resultado de infecciones,
cirugía, lesiones o inflamación del tejido. Pueden aparecer en cualquier parte
del cuerpo; su composición varía, por lo que la apariencia puede ser plana,
abultada, hundida o coloreada, como también puede ocurrir que duelan o
provoquen picazón.
El aspecto final de una
cicatriz depende de muchos factores, incluido el tipo de piel, la localización
en el cuerpo, la dirección de la herida, el tipo de lesión, la edad de la
persona y su estado nutricional. Las cicatrices anormales a veces se forman una
vez que la herida se ha curado. Existen muchos tipos diferentes de cicatrices:
- Cicatrices Queloides: Agrupaciones irregulares, redondeadas y gruesas de
tejido cicatrizal que progresivamente invaden los tejidos adyacentes de la zona
de una herida, pero que no coinciden con los bordes de la misma. A menudo son
de color rojo o más oscuras, en comparación con la piel normal circundante. Los
queloides se forman con el colágeno que el cuerpo produce después de que ha sanado
una herida, de manera que pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. Se
producen con mayor frecuencia en las personas de piel más oscura. Las
cicatrices queloides pueden aparecer hasta un año después del traumatismo
original en la piel.
- Cicatrices
Hipertróficas: Son similares a
las cicatrices queloides; sin embargo, su crecimiento está confinado a los
bordes de la herida, es decir que aumenta de tamaño empujando los márgenes de
la cicatriz, sin invadir el tejido normal vecino. Estas cicatrices pueden
también tener una apariencia rojiza, y suelen ser gruesas y elevadas. Las
cicatrices hipertróficas normalmente empiezan a desarrollarse semanas después
de la lesión en la piel. Pueden mejorar de forma natural, aunque este proceso
puede tomar hasta un año o más.
- La estría: Tejido atrofiado considerado cicatriz anómala con ruptura de fibras elásticas de la piel. Esta delicada membrana se daña con facilidad cuando la piel sufre algún trauma (roces, distensiones) o se ve obligada a tensarse y restringirse con excesiva velocidad para adecuarse a dimensiones corpóreas a las que no está habituada. Antes de que aparezcan las estrías es habitual tener una sensación de ardor y dolor. En una primera fase son rojizas y con poco relieve, poco a poco toman un color violeta y se van alargando y ensanchando. En la última fase, la de cicatrización, se hunden y se vuelven de color blanco. Tanto las cicatrices hipertróficas, los queloides y las estrías constituyen verdaderos traumas dérmicos.
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