¿Cuánto tiempo hace que la medicina comenzó a
involucrarse en lo que hoy llamamos “la belleza”?
No
mucho, veinte o treinta años. El comienzo fue tímido, los médicos “serios” estábamos
para otra cosa y nos fuimos aproximando al tema pidiendo permiso. El daño
impresionante que el sol produjo fue la puerta de entrada. Cuando la solución
para mejorar la piel de millones de personas prematuramente envejecidas pudo
venir únicamente de la mano de la medicina, descubrimos que la salud y la
belleza quizás no eran cosas diferentes. Era tiempo que los médicos nos
hiciéramos cargo del asunto. Hasta ese momento la Cirugía Plástica estaba sola
en un campo que muchos asociaban con frivolidad y dinero. Pero a partir de ese
momento nos dimos cuenta que sentirse cómodo con la propia imagen y con el
propio cuerpo era parte de esa cosa difusa que llamamos salud, equilibrio, buen
humor, felicidad. La tecnología había desarrollado cientos de herramientas que
se habían utilizado con éxito en el tratamiento de las enfermedades. Esas
mismas herramientas (láser, luz pulsada, radiofrecuencia, infrarrojos, factores
de crecimiento, células madre, toxina botulínica, moléculas químicas capaces de
reparar tejidos, sustancias capaces de “rellenar” surcos o cicatrices, toda la
deportología, y otros cientos de etcéteras) podían ser utilizadas en el campo
de la estética que ahora ya no era más que otro campo de la salud. Solamente
había que saber, como sucede siempre en la medicina: qué, para qué, para quién
y por qué.
Y
ahí empezó otro desafío, el más interesante, el más inquietante. ¿Qué busca la
gente, cada una de esas personas que se sientan frente a nosotros en el
consultorio, cuando dicen que quieren estar mejor? ¿Cuándo dicen que algo de su
cuerpo no les gusta, que quieren cambiarlo? ¿Quieren ser otros, quieren
retroceder en el tiempo? ¿Es posible o imposible eso que piden? ¿Hay alguna
imagen que el espejo pueda devolverles que vaya a ser satisfactoria? ¿O, en
lugar de ayudarlos a estar más sanos, o sea más bellos, estamos asociándonos en
una carrera ilusoria que no va a ninguna parte?
Nuestra
vieja amiga, la biología, nos responde que no podemos ser lo que no somos. Que
el tiempo pasa, la vida pasa. Hay una genética y un camino recorridos que se
reflejan en el espejo. Eso somos, y en esa imagen médico y paciente debemos
buscar lo mejor para ser resaltado. Y lo que molesta para ser racionalmente
mejorado o resuelto. Y descartar, en conjunto, lo imposible, lo que no es
saludable, lo que no conduce a ninguna parte que no sea deambular de un
consultorio en otro y de decepción en decepción. Acá no se trata de
conformarse, sino de todo lo contrario. Buscar en lo mejor que la ciencia ha
creado los medios para encontrar lo mejor de nuestra imagen corporal. Ponerlo
en evidencia, hacerlo brillar. Y saber de una vez por todas que la belleza es
eso, buscar lo mejor en cada uno y definitivamente nunca aquello que jamás
podremos ser.
Ese
concepto de belleza viva, de belleza cambiante, la mejor versión de uno mismo
en cada momento del camino, única, propia y real; es posible. Y los médicos y
la ciencia y el sentido común estamos acá para acompañarlos a conseguirla.
Fuente: Dra. Alejandra Peredo - Centro Magnolia
No hay comentarios:
Publicar un comentario